Barcos






















A las 8 de la noche del 20 de marzo de 1890, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, fue dejado en la entrada de la Casa de los Expósitos, un niño de aproximadamente veinte días de edad, con camisa, pañal y ombliguero de madrás, faja blanca de algodón, gorrito y tres mantillas de bombasí, un trapo grueso de algodón y la mitad de un pañuelo de hilo. Fue bautizado el 21 con el nombre de Benito Juan y con el apellido Martín. Vivió casi ocho años allí. ¿Quién sería este niño?

Su padre adoptivo, fue un genovés que había trabajado en Olavarría y que cargaba carbón de leña en La Boca, se llamaba Manuel Chinchella. Su madre, una analfabeta entrerriana, que lo amó y lo cuidó, se llamaba Justina Molina. Cuando este niño cumplió 29 años cambió la grafía de su nombre debido a los problemas y confusiones que le generaba, ya que a Chinchella le decían burlonamente "chinche" y además los genoveses lo pronunciaban Quinquela, por eso pasó a ser BENITO QUINQUELA MARTIN. Vivió con sus padres hasta que ellos fallecieron a los 78 y 84 años, con sus primeras ventas les compró la casa y la carbonería donde trabajó de niño.

Cursó tan solo los dos primeros grados de la primaria, y luego se dedicó a repartir el carbón que sus padres vendían a los vecinos del barrio.


Cuando cumplió 15 años su padre que descargaba carbón en el puerto, lo convocó a trabajar con él, pese a su físico poco adecuado para la tarea, pero su empeño y rapidez le hicieron ganar el apodo de "EL MOSQUITO".

Al poco tiempo, cuando cuenta 17 años, se inscribió en una academia para cursar dibujo y pintura, con el maestro italiano Alfredo Lázzari, quien fue su único maestro.

Completó su formación autodidacta a través de lecturas en la biblioteca del Sindicato de Caldereros, y allí descubrió el libro "El Arte" del escultor francés, Auguste Rodin, que lo llevó a dedicar su vida a la creación artística.

Cuando cumple 20 años expone por primera vez sus trabajos en la Sociedad Ligure de Mutuo Socorro. En 1912 se le diagnostica un principio de tuberculosis y busca los purificadores aires de Córdoba para curar su enfermedad. Retorna a los seis meses milagrosamente curado y convencido que debe reflejar únicamente su vida y su ambiente, es decir pintar su aldea: La Boca del Riachuelo.

Su condición de filántropo lo llevó a comprar los mejores terrenos para construir una escuela para 1.000 niños, un lactario donde las amas de leche dieron alimento a los niños abandonados o pobres, un jardín de infantes, una escuela de artes gráficas para que se especializaran los niños del barrio y un instituto odontológico modelo, que él no tuvo, por lo que siempre padeció una dentadura imposible.

Ahora, podemos visitar, mediante estas imágenes, el puerto mágico de Quinquela. Ese raro artista de pincel encantador y corazón inundado de humanidad.





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